miércoles, 6 de agosto de 2008

Dos noticias sobre la economía china


El 1 de agosto ha entrado en vigor una ley antimonopolio en China que fue aprobada el año pasado tras más de 15 años de discusiones, lo que refuerza aún más la economía capitalista del país asiático.

"Es un momento definitorio del sistema legal chino. La nueva ley establece un marco básico para crear una ley de competencia justa y uniforme que beneficia a los consumidores al reconocer y garantizar los incentivos para competir", afirmaba el presidente de la Cámara de Comercio estadounidense, James Zimmerman, en "China Daily" el 31 de julio.

Según Li Shuguang, de la Universidad de Política y Derecho de China, "una vez entre en vigor la ley, el proceso de toma decisiones será más transparente y reducirá el riesgo inversor". De acuerdo con Shi Jianzhong, jurista que participó en la redacción del borrador de la ley, la actual norma china es probablemente una de las más breves del mundo en su campo. "Pero no deberíamos verla como un compromiso", asegura.

"China Daily" reconoce que se trata de una ley de transición, que debe ser completada. Hay muchos interrogantes en torno a ella. No deja claro qué sectores y empresas quedan excluidos de su aplicación. Algunos expertos reconocen que es poco probable que los monopolios chinos en sectores como el de las telecomunicaciones, la energía o los ferrocarriles se vean afecados por la ley. En diciembre pasado el Consejo de Estado hizo pública una lista con los sectores que seguirán bajo el control del Estado, e incluía la industria armamentística, la energética, el carbón, el petróleo y el gas, las telecomunicaciones, y la industria naval y aérea.

Las tarifas para acceder a Internet son mencionadas como uno de los principales motivos de disgusto entre los ciudadanos chinos. Un sondeo realizado por el periódico "China Youth Daily" muestra que los principales campos de insatisfacción son, por este orden, las telecomunicaciones, la electricidad y el combustible.



La burbuja inmobiliaria en China



El mercado de la vivienda chino es otra burbuja a punto de explotar y desencadenar una súbita caída de precios. El año pasado China registró el mayor aumento de precios de la vivienda del mundo, con una subida del 34,5 por ciento en Shanghai.

Sin embargo, el desorbitado crecimiento que ha experimentado el mercado inmobiliario chino durante los últimos años también está tocando a su fin. Desde principios de este año han empezado a caer los precios, que tuvieron su pico más alto en noviembre del pasado año. Según los últimos datos oficiales, desde que el terremoto golpeó la provincia de Sichuan el pasado 12 de mayo, las ventas inmobiliarias en Pekín han caído un 10 por ciento y un 20 por ciento en Shanghai. Una tendencia bajista que seguirá produciéndose, e incluso empeorando tras los Juegos Olímpicos.

La entrada de capital extranjero prodedente de Estados Unidos, Europa, Taiwan o Singapur desencadenó el fuerte alza de los precios de la construcción de viviendas en los tres últimos años. Los especuladores internacionales siempre confiaron en el gran potencial del mercado inmobiliario chino. No obstante, está prohibido adquirir inmuebles destinados a la inversión, excepto para las inmobiliarias establecidas dentro de las fronteras. Los especuladores extranjeros invierten a través de una alianza comercial con un socio local.

Según el agente inmobiliario chino Yan Lingru, "el mercado inmobiliario de China es una industria con grandes beneficios pero debido a los fondos de inversión, tanto extranjeros como nacionales, el dinero sigue fluyendo, lo que empuja hacia arriba los precios de la vivienda y, eventualmente, conduce a una burbuja oculta". La burbuja "explotará con la retirada del capital extranjero, con grandes flujos de capital o si el poder de compra del mercado se debilita. Consecuentemente, "se espera una gran fluctuación y una gran caída de precios en el mercado inmobiliario de China".

El problema ahora es la superproducción de viviendas. El exceso de oferta puede conducir a una terrible crisis inmobiliaria como la vivida en Hong Kong, Indonesia y Singapur a mediados de los 90. La especulación inmobiliaria hizo proliferar cientos de miles de complejos residenciales repletos de apartamentos, un fenómeno que se produjo sobre todo en las grandes ciudades, donde empiezan a asentarse los nuevos burgueses chinos cuyo poder adquisitivo sigue aumentando cada día a costa de los nuevos proletarios.

La oferta del mercado no se corresponde con las necesidades reales de los obreros. El trabajador medio tiene que hacer auténticos malabares para poder comprarse una casa. Las medidas de las casas son grandes, más de 120 metros cuadrados , y los precios, prohibitivos. El precio medio de una vivienda de esas dimensiones ( 120 metros cuadrados ) en Shanghai puede llegar a 65.000 euros, 542 euros el metro cuadrado, aunque hoy por hoy es prácticamente imposible encontrar una casa por menos de 700 euros el metro cuadrado dentro del casco urbano de Shanghai. Pero según una reciente encuesta, sólo el 10,7 por ciento de los pekineses pueden comprar una vivienda por encima de los 700 euros el metro cuadrado. El mercado queda entonces reservado a los burgueses.

La única opción posible para los trabajadores es el alquiler. Lo más habitual -sobre todo entre los jóvenes- es alquilar un piso compartido. En Pekín la mensualidad puede oscilar entre los 90 y 120 euros por persona y por habitación en los distritos comerciales y financieros. Pero la burguesía no tiene esos problemas y por eso en la capital china están de moda los apartahoteles, donde se ofrecen suites de lujo a un precio de alquiler de entre 1.800 y 3.000 euros.

Hong Kong es la ciudad más cara del mundo para alquilar una vivienda, con precios que oscilan entre los 5.000 y 8.000 euros al mes por una casa de tres o cuatro habitaciones en los distritos centrales, un fenómeno que no parece tener límites, sobre todo en el mercado inmobiliario de lujo para la gran burguesía china.

En Shanghai, el precio de los alquileres varía significativamente en función de la localización de la casa en cuestión. Para apartamentos con una estación de metro cercana, los precios varían entre los 500 y los 750 euros si son edificaciones construidas después del año 2000 o entre 350 y 400 euros si fueron construidas en la década de los 90.

 

 

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